La caza, por necesidad en el Estado de Alarma

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Antonio Gallardo Romero

Miembro de la FAC

Colaborador de Mutuasport

Durante el estado de alarma, se ha dado pie a tensiones innecesarias con respecto a la práctica de la caza por falta de razonamiento, de sentido común y de asesoramiento de nuestros gobernantes. Entiendo que se adopten unas medidas para evitar que esté la población expuesta a posibles percances cuyo resultado sería ocupar camas o atenciones sanitarias y con ello saturar consultas y hospitales en esta situación de pandemia. Por tanto, nuestra queja no viene por que se nos toque nuestra dignidad al negarnos el ejercer una actividad que además se hace de una manera individual y perfectamente compatible con las medidas de conducta sanitarias aconsejadas por el ministerio, es principalmente porque es necesaria para la salud del ser humano y el medio ambiente.

 

Hemos visto como la medida base del estado de alarma ha sido el mantener con vida el país procurando que el sector primario no pare, que el motor o el corazón del país siga funcionando para cubrir las necesidades básicas de las personas, y es una medida acertada e indiscutible. Ahí entra la caza como vacuna para que mediante su práctica, se eviten contagios de enfermedades de la fauna silvestre a la ganadera para consumo y no haya daños en la agricultura excesivos de animales, principalmente conejo y jabalí. Esta última, la del control de daños en la agricultura se estaba autorizando, pero se estaba viendo afectada, por prohibición, la práctica de la caza fuera del control por daños, véase la de la Cabra Montés al comienzo del estado de alarma y del Corzo después y es la decisión que carecía de sentido común. A mediados de mayo y tras contactos con el Ministerio de Agricultura de representantes de los cazadores, miembros de la Federación Española de Caza, de APROCA y de Artemisan, presentaron un plan de actuación muy elaborado, dando como resultado la autorización de la práctica de la caza estableciendo medidas de movilidad por fase, como también la pesca recreativa.

 

Una vez más la caza tiene que salvar un contratiempo que surge del desconocimiento de nuestros representantes políticos hacia la actividad cinegética y de los advenedizos que se sientan en un escaño desde sus posiciones morales subjetivas y que por consiguiente actúan de espaldas a la ciencia. Por esto la caza debe rebelarse ante el gobierno, de manera serena, con argumentos porque los tiene, y pedir ocupar asiento dentro de un comité de trabajo asesor, por su importancia sanitaria, económica, social, histórica, cultural y agrícola.

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