MI MEJOR MAESTRO DE CAZA: MI ABUELO

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Pablo Molina

Federación de Caza de la Comunidad Valenciana

Colaborador de Mutuasport

Mi mejor maestro de caza es mi abuelo y para mi es difícil explicarlo con palabras, espero poder transmitir en este escrito la verdadera esencia que me enseñó mi maestro.

Esta pasión con la que nacemos la gente que vivimos en el monte, solo la entendemos los que trabajamos y amamos el campo. Es un estilo de vida que nos vuelve locos y a mí, esta bendita locura me viene en los genes, de mi padre, tíos, primos y ese del que todos aprendimos, para unos “El rubio”, para otros Fabián para mí, “agüelo”.

Los que entendemos la caza como un estilo de vida, la vivimos las 24 horas del día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Cualquier momento es bueno para cazar y siempre habrá algo que nos traslade al monte. Por ejemplo, cuando vamos al trabajo y miramos por el cristal del coche y encontramos esa paloma torcaz que surca el cielo y pensamos dónde irá.

Salir al monte a cazar acompañado por tus perros de caza es el mayor de los placeres que esta vida nos puede dar y a mí me enseñaron que la vida, al igual que la caza, hay que disfrutarla. Por eso, os voy a contar el primer día en el que aprendí a disfrutar de la caza acompañando al abuelo Fabián.

Era un sábado más del mes de noviembre, salimos pronto de casa porque quedaban unas pocas oliveras por coger y quería acabar la finca, salimos andando en compañía del Pistón, un podenco del terreno de pelo fino y color ceniza. Al poco rato de llegar a la finca, mi abuelo me miró y dijo “vámonos muchacho que el pistón tiene ganas de correr”.

Así que fuimos a por la escopeta, una plana del calibre 16 que aún conservo, pero mi padre se dejó la escopeta del abuelo en casa y le tocó coger la escopeta de mi padre, una Lamber semiautomática. Al abuelo no le convencía mucho salir con una escopeta rara, pero yo lo tranquilicé y le dije que era igual que las demás.

Nos encaramos hacia el monte del Algessar y subimos por la senda del mal paso, en cuanto llegamos al collao el perro empezó a demostrar que el conejo no andaba muy lejos. Entonces el abuelo me dijo: “subirá por esas piedras de allí que en el alto tienen un cabo”, ¿lo ves?

Al minuto, el conejo hizo exactamente lo que el abuelo había dicho, son muchos años y horas de leer el campo y entonces disparó “pum” y pistón cobró el conejo al sarnacho.

Seguimos senda arriba a buscar los Puntalicos y allí a unos 100 metros de la caseta pistón estaba haciendo otra muestra a otro conejo y el abuelo otra vez hizo un tiro certero. Decidimos bajar por la loma de los puntalicos hacia el monte la tejería, asomamos a las coscojas y el perro empezó a tocar un conejo muy fuerte, cuando parecía que no daríamos con él, el abuelo tiró otra vez. El abuelo no perdona, tenía una puntería magnífica, 3 tiros y 3 conejos.

En este momento el abuelo dice “muchacho estos trastos modernos no valen pa’ na’ “. Él no sabía cargar el arma y finalmente, tuvimos que desistir de seguir cazando y volvimos a la oliva. Eso sí, con 3 conejos y una historia que contar para toda la vida.

Me gustaría que estas palabras sirvan de homenaje a mi abuelo Fabián Molina y a todos esos maestros de este maravilloso mundo de la caza que aportan esa experiencia tan necesaria.

 

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